Zahorí I: El legado. Camila Valenzuela León

El año pasado, para la Feria Internacional del Libro de Santiago, me compré muchos libros. Creo que era la primera vez en la vida que salía de allí con tanto libro y con un gozo en el alma. Recuerdo cuando asistía en mis tiempos de estudiante y solo podía pasearme anhelante por los pasillos. Me estoy desviando. El tema es que el año pasado compré demasiados libros que llamaron mi atención. Entre ellos, la trilogía de Camila Valenzuela León: Zahorí. No quería arriesgarme, y comprar la trilogía completa excedía mi presupuesto, así que siguiendo y frenando mis impulsos al mismo tiempo, compre solo la primera parte de la trilogía. Y acá va su reseña.

Reseña

Las hermanas Marina, Matilde, Manuela y Magdalena Azancot se han visto en el deber de abandonar su hogar en Santiago e iniciar una nueva vida en un pueblo al sur de Chile llamado Puerto Frío. Las circunstancias que las han llevado a realizar ese radical cambio son lamentables: sus padres han sido asesinados y en su testamento, como su última voluntad, han solicitado a las hermanas pasar al menos un año en aquel pueblo bajo el cuidado de Mercedes Plass, su abuela materna. Al dolor por la pérdida se suma el desconcierto por aquella petición, pues no ven a su abuela desde hace más de diez años. En casa, su madre no hablaba mucho de ella, ni tampoco las hermanas se comunicaban con su abuela. A estas alturas, la señora era una completa desconocida. Sin embargo, las cuatro aceptan la petición con la esperanza de encontrar respuestas.

Marina es la menor de las hermanas y tiene 17 años, le sigue Matilde con 20, Manuela con 22 y Magdalena con 25. Cada una con personalidades muy diferentes: mientras que Magdalena era la hermana mayor protectora y cálida, Manuela era la introvertida amante de los libros y, en ocasiones, hasta un poco antipática. Por su parte, Matilde era un tiro al aire, distraída, llevada a sus ideas, un alma libre; en cambio, Marina era el equilibrio.

Cuando llegan a Puerto Frío, no es su abuela quien las espera, lo que produce la desconfianza de las hermanas, en especial de Manuela, quien no ve con buenos ojos ni logra entender las razones para quedarse en la casa de una señora con la que no han interactuado en mucho tiempo y que apenas conocen. En su lugar está Pedro, el capataz de doña Mercedes, quien las lleva en su camioneta a la gran casona de la familia Azancot. Pedro es un buen hombre y ha trabajado casi toda su vida para la familia de las hermanas, por lo que pronto se vuelve muy querido por las hermanas, menos para Manuela que últimamente se comporta más arisca que de costumbre. 

Al llegar a la casona, Mercedes recibe a las hermanas y les cuenta que ella y su hija Milena, dejaron de verse por algunas diferencias, diferencias de opinión donde Milena quería que sus hijas vivieran experiencias y tuvieran oportunidades de vida distintas a las que a ella tuvo, a pesar de la insistencia de Mercedes en la importancia de que las muchachas conocieran sus antepasados, sus orígenes y la necesidad de estar conectadas con el terreno en el que ella vivía. Sin embargo, sus respuestas generan más dudas y confusión en las hermanas, pues no logran comprender por qué, pese a esas diferencias de opinión, sus padres decidieron que debían vivir con ella un año. 

El estar en la casa donde su madre creció, revive en Marina el dolor de la pérdida, quien al día siguiente de su llegada a Puerto Frío, sólo puede llorar desconsolada en su habitación, habitación que había albergado en algún momento a sus padres recién casados. Se sentía sola, atrapada en la pena y en la impotencia por la terrible muerte de sus padres, cuando sintió un golpe proveniente del armario. Al abrirlo cayó un objeto: un medallón circular de piedra, no más grande que la palma de su mano de un color azul. Aquello la sorprendió, sin embargo, guardó el medallón sin comunicar su descubrimiento ni preguntar su origen. Algo la motivó a reservarse esa información. 

Durante el día, las hermanas fueron conducidas a recorrer el bosque del terreno de su abuela, pero no tardaron en llegar las discusiones y la desconfianza. Marina, quien había sido excluida de la discusión, sintió como el medallón vibraba con intensidad en su bolsillo y que emitía un potente brillo que traspasaba sus ropas. Como aun no quería mostrárselo a sus hermanas y abuela, decidió esconderlo en el bosque. En su búsqueda por un escondite apropiado encuentra un claro en medio de la arboleda, que en el centro contaba con una gran roca y cuatro símbolos tallados sobre ella. Sin saber cómo, entendió que el medallón que había encontrado debía ser encajado allí. Una fuerte luz surgió e inmediatamente después, vino una fuerte lluvia. 

Aquella experiencia lleva a Marina a tener una mejor comunicación con su abuela y a poseer secretos que no puede revelar aun a sus hermanas, pues en esos secretos radica el origen de su familia, su importancia y los motivos de su viaje al sur, que irán siendo revelados con el pasar de las páginas.

Opinión

¿Qué es exactamente ese medallón? ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿De dónde viene ese poder? ¿Sabrá la abuela Meche lo que se esconde en sus terrenos? ¿Tiene, acaso, alguna relación aquel medallón con la petición de los padres de estas muchachas en volver a las tierras de sus ancestros? Son algunas de las preguntas que comenzarán a surgir mientras se avanza en la lectura. Por cierto, es una lectura que atrapa y que por estar ambientada en nuestro país hace que la imagen de los paisajes, por lo menos en mí, sean muy vívidos. No soy del sur, de hecho, vengo del otro extremo del país, pero mi estancia un verano en Puerto Varas, me ha revelado parte de la verdadera magia que se esconde en el sur y hasta me dan ganas de dejar mi vida capitalina por internarme en aquellas tierras y bosques fantásticos. La lectura de esta novela me hizo añorarlos y volver a sentir esa magia.

La autora transmite muchos sentimientos con su narración, logras compenetrarte con los personajes que aparecen a lo largo de la obra; su pena es tu pena, sus nervios son tus nervios y la angustia que viven es también la tuya. Por otra parte, me gustaron sus descripciones pues son las precisas para hacernos una idea de cómo es el entorno, la casona de la familia Azancot y cada una una de las hermanas; no hay un exceso de descripciones ni carencia de ellas, todo está en la medida justa.

Sobre los personajes, creo que la que me enamoró fue Magdalena. Su dulzura y preocupación por sus hermanas es envidiable, qué ganas me dan de haber tenido una hermana mayor como ella o de, al menos, haber tenido una hermana mayor, ya que en realidad yo soy la mayor y nadie se preocupa de mí XD. Con Manuela no tuve ese acercamiento, a veces no logras entender por qué es tan pesada y con una falta de empatía tan grande. Soy una convencida de que la lectura te hace una persona más empática. Leer te abre la mente a otros mundos, a otras posibilidades y a imaginar otras personalidades, comprender sus motivaciones e incluso sentirte identificado con el personaje, por muy distintos que sean; allí radica la empatía. Pero Manuela, en primera instancia, es puro resentimiento. Aunque igual es entendible pues carga con la pena de haber perdido a sus padres y un montón de dudas. Matilde fue a mi gusto, la gran revelación, nadie esperaba mucho de ella, la verdad, pero su rol es fundamental. Y sobre Marina, pucha, de buenas intenciones está pavimentado el camino al invierno. Ella es muy dulce, pero sus metidas de pata son monumentales. 

Ojalá puedan leer la trilogía completa, pues yo lamento no haber contado con más presupuesto en ese momento para comprarla de una sola vez. Ahora, en cambio, tendré que esperar hasta volver a tener presupuesto o que algún corazoncito lector se apiade de mí y me los regale (algo que nunca pasa). 

Ficha Técnica
TítuloZahorí I: El Legado
Título OriginalZahorí I: El Legado
AutorCamila Valenzuela León
EditorialSM Ediciones
Número de páginas400 páginas
Primera EdiciónMayo de 2013
ISBN978-956-349-411-2
Precio aproximado$10.830
Puntuación🌟🌟🌟🌟🌟

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